domingo, 20 de diciembre de 2009

Ídolo de barro

Desde hace algunos días, una inmensa ola de frío nos está azotando como si de un maestro a la antigua usanza se tratase. Como es habitual en la televisión, multitud de reporteros se van a distintos puntos de España solo para decirnos algo así como “pues sí, pues ha nevado”. Sin embargo, uno de esos reporteros elaboró un reportaje que me llegó al alma, pues nos permitió conocer a cierto hombre. Un hombre que llego a ser el estandarte de todos aquellos que no saben poner las cadenas de la nieve, ni mirar el aceite ni nada de nada relacionado con el mundo del automóvil.



Este hombre, que digo hombre, este héroe, nos enseñó a exteriorizar nuestros sentimientos, a mostrarle al mundo que uno no es menos hombre por llorar delante de las cámaras. Nos animó para decirles a los guardias de tráfico: “no señor, me pone usted las cadenas que yo no sé”, en definitiva, contribuyó para hacer de este mundo un lugar mejor. No obstante, ninguna leyenda dura para siempre, y nuestro trágico hombre no iba a ser distinto. Esa misma noche se desveló la verdad sobre el reportaje.



Que decepción. Cuantos sueños rotos. Cuantos jóvenes confusos que habían visto la luz al final del túnel se volvían a quedar a oscuras. Cuantos aguerridos guerreros que habían encontrado un líder, y todo resultó ser una farsa…Briconsejo del día: No confiéis en nadie, como veis podrían romper vuestros más profundos sueños. Excepto en los hipos, en ellos podéis confiar

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